
Cuando nos lavamos la piel eliminamos impurezas, maquillaje, y suciedad de la piel, en cambio cuando exfoliamos eliminamos células muertas que pueden estar obstruyendo poros o impidiendo que las células nuevas emerjan.
El estrés, la fatiga, la mala alimentación, el uso de cosméticos no adecuados, factores hormonales, ciertas medicaciones pueden provocar tener una piel apagada, manchada, o prematuramente envejecida.
EXFOLIACIÓN
Tenemos dos tipos de exfoliación:
Exfoliación mecánica en la que se utilizan cremas con textura rugosa, algún tipo de esponja, microdermoabrasión o toallitas formuladas con carbón vegetal
Exfoliación química: realizada con productos químicos como los alfa hidroxiácidos, los beta hidroxiácidos, o los poli hidroxiácidos como la gluconolactona, o el lactobiónico. En el caso de pieles muy sensibles uno de los más recomendados es el mandélico.
Exfoliar no se recomienda más de dos veces por semana y en el caso de pieles secas o sensibles solo una vez por semana, teniendo especial cuidado en las pieles con rosácea, eczemas, o alergias.
LIMPIEZA
Con los geles o leches limpiadoras vamos a eliminar el exceso de sebo, e impurezas de la piel que pueden causar un sobre crecimiento de bacterias en la piel. De todas maneras debemos tener en cuenta que en la piel se encuentran bacterias que son beneficiosas para el cuidado y protección de ésta.
Los dermatólogos aconsejan utilizar limpiadores sin alcohol, con ingredientes naturales y aplicarlos con la mano para no agredir la piel.
Limpiar la piel antes de exfoliar va a permitir a los exfoliantes químicos o físicos penetrar más profundamente en la piel. De esta manera vamos a evitar que los maquillajes u otras impurezas se arrastren por la piel.
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